jueves, 11 de abril de 2013

Y son años, ya.

Para F., dueño de la sonrisa más cálida y brillante. Tanto que se volvió luz.

Escribo esto para el recuerdo de alguien. Hemos perdido tanto. Caímos tantas veces, de ese anhelo sucedáneo, de aquella torre de palabras hemos caído. Y yo vuelvo siempre a la misma cueva de luz, a la orilla del aire. En una esquina de mis recuerdos te alcanzo a ver, siempre en la misma esquina. Sonrío. Es como si el sol, como si Julio, como si esas veredas... Y no es, es sólo como si fuera. Como si llegaras. Pero quién sabe cómo pude atesorar la nota perfecta, esa que trae tu voz. Y se desatan súbitamente las cuerdas que sostienen tus bosquejos en mi mente. Mi mente tan torpe para recordar. Entonces vuelvo a esa calle borrosa, a esa mañana de sol, la última, pero la misma. Me quedo un ratito, como para asegurarme de que las imágenes sigan intactas. Imperfectas, pero intactas. Tomo un poco de aire antes de volver de ese lugar que es como eterno... una especie de glorieta celestial y sin tiempo. Resuena tu canción, esa que nos responde tan exactamente, a los que tuvimos la suerte de leer las breves páginas de tu vida. Un giro, un momento. Tu esperanza a prueba de escarchas. La espada nunca se congeló, mi amigo. Porque creíste. Siempre creíste, por eso es luz. Ahora todo es luz.

Texto: Lourdes Natalia Zacarías.

2 comentarios:

Jorge Curinao dijo...

A veces, de noche, enciendo una luz para no ver.

Lourdes Natalia Zacarías dijo...

Porchia :) Gracias por leerme, Jorge. Un privilegio que pases por acá y que me dejes estas palabras. Saludos!